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Imagínate lo siguiente. Es 1988. Millones de Latinos celebran la victoria de los Dodgers durante la Serie Mundial. Michael Jordan gana su primer premio MVP de la liga. Y Dale Earnhardt firma su primer acuerdo de patrocinio que le otorga el apodo que él estuvo destinado a tener: El Hombre de Negro.
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Si eras adolescente o todavía te portabas como un chamaco a finales de los años 80, y si tenías una pasión por la velocidad, puede ser que soñabas con tener un Chevrolet Monte Carlo SS. Y ese deseo quizás se debía a mucho más que el Intimidator (“Intimidador”, el apodo de Earnhardt en inglés) lo utilizaba para desafiar las leyes de la física los domingos. En una época donde trucar un a hot rod significaba conectar a un turbocargador a un V-6 europeo, Chevrolet ofreció uno de los últimos modelos americanos originales de velocidad.
Los años 50 y 60 marcaron la época dorada de autos americanos tipo muscle. Los V-8 pesados arrasaban tras las colinas de Carolina del Norte y con gran estruendo se daban por conocer en las playas de Daytona. Nació un nuevo idioma en inglés para autos con palabras como “cammed,” “bored,” “stroked” y “supercharged.” Los entusiastas trabajaban horas en sus autos para quitarle fracciones de segundos a cada cuarto de milla.
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Luego en 1972, el gobierno de los Estados Unidos pasó una lista de regulaciones para seguridad y emisiones que amenazaban con terminar a los autos tipo muscle. Pero los fabricantes de autos se adaptaron. Ford contrarrestó con un cambio de marcha más fino. Buick aprendió de los autos europeos deportivos. Pero los días de los V-8 de hierro fundido, tamaño mediano, con tracción trasera y dentro del alcance económico parecían desvanecerse. Y después de la recesión económica de principios de los 80, los titanes cromados casi llegaron a extinguirse.
Bueno, casi… y es gracias al Monte Carlo SS. El vehículo compartía la misma plataforma de cuerpo G que otros de los autos populares de GM como el Cutlass, Regal, Bonneville, Grand Prix y El Camino. Muchos de estos autos tienen una base de fanáticos hoy en día, pero el Monte tiene un legado especial. Cuando los modelos de 1988 salieron de la línea de montaje en diciembre de 1987, fueron los últimos vehículos de tracción trasera en tener ese nombre. Pero quizás es más importante notar que fueron los últimos autos de cualquier tipo de chasis completos carburados de GM.
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El Monte Carlo SS ’88 no fue el auto más veloz en portar el logotipo de Chevy. El V-8 de 305 pulgadas cúbicas y 5 litros producían 180 caballos fuerza. Pero ese motor cargaba el poder de los autos muscle clásicos con un bloque de hierro con culatas; un colector de admisión mediano de aluminio; y un carburador Rochester Quadrajet de 4 cuatro barriles con 750 CFM. Todo el auto estaba envuelto por un cuerpo atractivo que se convirtió en el clásico que ahora conocemos: parte delantera con forma de pala, faros gemelos, parrilla totalmente negra y un acabado en pintura monocromático.
El motor emparejaba bien con la transmisión fiable TH200-4R de GM que estaba atada a un diferencial autoblocante trasero opcional de 3.73:1 de 7 5/8 pulgadas. Y todo eso sobre cuatro robustos neumáticos Eagle GT.
En cuanto a su rendimiento, un Monte Carlo SS ’88 de fábrica podía superar un cuarto de milla en unos 15 segundos y podía acelerar a 60mph en menos de 8 segundos. Nada mal por un vehículo de tamaño media en esa época.
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Pero lo atractivo del Monte fue su conexión a esos bloque grandes de los años 50 y 60. Ofrecía una de las últimas oportunidades para vivir en carne propia el rugido amenazador de un V-8 de bloque pequeño. Nos enseñó a la generación ochentera lo fácil que podía ser crear una nube de humo al rechinar unas llantas gracias a su falta de control de tracción. Y cualquier persona dueña de un Monte Carlo SS ’88 puede sentirse como de los últimos y verdaderos aficionados a la velocidad cuando le da vuelta a la tapa del aire de cabina, mata al catalizador, pone sus manos sobre el volante y se deje llevar por el pedal.
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