Chevrolet SS

Vas caminando por la calle y ves pasar al frente tuyo un auto. Pero no un auto cualquiera… es un auto de otra época que claramente ha recibido el cariño y el mantenimiento de alguien que sabe de autos. Al verlo pasar te recuerda a ese viejo coche que tenía el abuelo allá de vuelta en tu país donde aprendiste de él, la gran diferencia que hay entre un carro viejo y un clásico.

Y es que el tiempo no es igual con todos los autos.  A unos los castiga haciéndolos desfilar vergonzosamente por las autopistas con el peso de los años. Pero también están esos otros como a los que les hacía mantenimiento el abuelo en su taller... a esos el tiempo les pasa como si fueran un vino de la mejor cepa, los añeja con cada año y les da un encanto que raya entre la magia y la nostalgia.

Vintage sedan

Y mientras sigues caminando, esa misma nostalgia te pone a pensar un poco más y te lleva ahora a otra era en el pasado… para ser más específico, al día en que naciste. Era un mundo completamente diferente; sin internet, sin teléfonos móviles, sin likes, sin Tinder… pero lo que sí tenía, era al abuelo y a su glorioso auto.

Casi lo puedes ver ahí en su casa, descolgando la bocina del teléfono y llevando a su oreja el auricular en ese mismo instante en el que le dan la noticia de que a partir de ese instante iba a ser abuelo. Ahora lo imaginas en entre la felicidad y los nervios buscando las llaves de su auto, insertándola en la cerradura cromada, abriendo esa pesada puerta de acero y encendiendo el ruidoso motor que con furia le hacia saber a todos en la manzana que sus entrañas estaban vivas.

Interior of vehicle

Así eran él y su auto. Inseparables. Y es que ir con el abuelo en el auto era el equivalente a subirse a una nave nodriza de la diversión. No por nada esa era la increíble época en la que los autos los diseñaban inspirados en cohetes espaciales… y ¿quién no se quiere subir a un auto inspirado en cohetes espaciales? El auto del “abue”, era un territorio sagrado y uno de los pecados más grandes que se podía cometer, era recostarse en uno de sus costados y ni pensar en el pobre tipo que se le ocurriera sentarse en el capó. En esos días no había “car wash” que le ganara a una buena lavada a mano con tres capas de cera cada domingo, junto a esa revisión de aceite con la varita metálica al aire, que lo hacía ver como Arturo sacando la espada de la piedra.

Y es que si algo “cascabeleaba” en el motor, el abuelo (que ya no escuchaba bien), se le despertaba una súper audición que le permitía oír ese alarmante sonido que nadie más podía escuchar, a lo cual, con toda la certeza de un hombre que claramente sabía lo que esta haciendo, se paraba a un lado de la carretera, abría el capó y en ese mar de metales y cables encontraba al culpable de infame sonidito.

Vintage Truck

Así era el abuelo y así era esa época. Pero lo mejor de todo es que además de los mejores recuerdos de paseos, idas a comer helados y todas las alcahueterías que sólo un abuelo puede ofrecer, también te heredo esa gran pasión por los autos.  Fue así como muchos autos fueron y vinieron en la familia, pero el del abuelo siguió siempre allí a nuestro lado porque poco a poco, y año tras año, comenzó a convertirse no en un auto viejo, sino en un auto clásico.


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Tags: Cultura

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